Lo descubrí el 29 por la mañana ojeando un librillo que andaba por encima de su mesa moruna y mientras sostenía la taza de café entre las manos al tiempo que me liaba un cigarrillo.
A pesar de la hora y mis neuronas aún dormidas, lo leí y me gustó.
Y al mirar por la ventana vi que era cierto.
Cielo gris y muchas hojas ya por el suelo del jardín.
Otoño.
Pero otoño primaveral. Lo huelo...
Una hoja de su libreta particular sirvió para inmortalizarlo.
Aquí está, tal y como lo escribí con su lápiz pilot rojo que ahora es mío.
Y luego, en el alejamiento del reencuentro, esto sonando en el coche me hizo sentir muy viva y con ganas de más.
Caminos cerca de las estrellas.
Ha sido uno de esos buenos ratitos de principios de este otoño que quiero que se repitan.