jueves, 20 de agosto de 2009

amapolas




Porque lo extraño de aquel jardín salvaje era que por designio o por descuido había solamente amapolas. Las otras plantas se habían retirado del sombrío recinto. Las había grandes y blancas como palomas, escarlatas como gotas de sangre, moradas y negras, como viudas olvidadas. Yo nunca había visto tanta inmensidad de amapolas y nunca más las he vuelto a ver. Aunque las miraba con mucho respeto, con cierto supersticioso temor que solo ellas infunden entre todas las flores, no dejaba de cortar de cuando en cuando alguna cuyo tallo quebrado dejaba una leche áspera en mis manos y una ráfaga de perfume inhumano. Luego acariciaba y guardaba en un libro los pétalos de seda suntuosos. Eran para mí alas de grandes mariposas que no sabían volar.

Pablo Neuda
De su libro Confieso que he vivido





Hace un tiempo, me escribieron algo muy bonito que me gustaría recordar aquí ...todavía me emociona leerlo y ver sus fotos...

Esta tarde andaba acordándome de tí y de repente he encontrado una cosa, una flor silvestre. Estaba solita, medio pachucha, pero guapísima. He ido corriendo a por la cámara. Cuando estaba a punto, una ráfaga de viento le ha arrancado una hoja de las tres que le quedaban ...y seguía siendo bella.
Eras tú, estoy seguro, mírala, es preciosa, herida, altiva...








Estas creo que serán sus hermanas la próxima temporada.





Gracias a esa sombra que sigue sobrevolando mis mundos...

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