domingo, 6 de septiembre de 2009

LA SILLA

Llevaba tiempo buscando algo.
Por fín lo encontré.
Bueno, nunca había desaparecido del todo.
Siempre estuvo guardado entre mis recuerdos.






LA SILLA – LUIS ARRIBAS CASTRO
Bien mirado es así.
Yo sólo fui su silla.
Una pobre silla enamorada,
y en ella se sentó
cuando le dió la gana,
y a una silla no se la quiere, ni se la abraza,
ni se le habla,
a una silla no se le hace nada.
Yo sólo fui una silla,
una pobre silla enamorada.
Que lo pase bién mi ama.
Adiós
se ha marchado con un hombre,
de momento es un buen cambio.
Ella se va con el amor de paseo
y aquí se queda su silla encerrada.
Dicen las cortinas,
y la mesa,
y las otras sillas sus hermanas,
que de noche se oyen extraños ruidos
incluso llantos y jadeos,
que hasta escuchan palabras amargadas.
Es la silla
que arrastrándose sobre sus cuatro patas
se acerca al balcón para ver
si regresa su ama.
Y el tiempo pasa
y nadie abre la puerta
y su color marrón de madera
se va perfilando en negro.
Ya nadie quiere sentarse en ella.
Es una silla embrujada.
Ayer por la mañana
encontraron a la pobre silla muerta,
estaba en un rincón acurrucada
sobre sus cuatro patas
¡muerta!
la pobre silla engañada.
Qué larga agonía de madera,
sus cuatro manos que las tuvo
para pedir más,
lo que nunca le daban.
Se abrazaba a si misma
para protegerse,
para ampararse en la eterna noche que entraba.
Nunca
nunca recibió un beso de nadie
ni ella misma se los daba.
Sólo la muerte se apiadó de ella
y se la llevó a su casa.

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